Segundo premio en el XIII Certamen de Relato Breve «¿Dónde está la Navidad?».
Nicolás, que en realidad no se llama Nicolás, dice que siempre le han gustado los niños. Tampoco se llama Santa, tampoco Papá Noel; eso es así. Nicolás dice que los nombres son sólo parte del personaje, son una careta, porque él ha descubierto que es un gran actor. Oye su nombre que no es su nombre y se gira eficazmente, atendiendo los gritos y las llamadas. Él pone su mejor cara y les dedica esa sonrisita tantas veces ensayada frente al espejo. Nicolás, con su Feliz Navidad jou jou jou que borda. Nicolás que es el mejor de todos los santas, un verdadero profesional.
Nicolás, que no se llama Nicolás ni Santa ni Papá Noel, ama su trabajo. Ama las caritas de los niños, dice, ama su ilusión y su bendita inocencia. Nicolás se quita, ahora, el gorro y el chaquetón rojo que le dieron al llegar al centro comercial. Porque le dan calor y le pican. A saber quién se los habrá puesto antes que él, porque oler a nuevo, no huelen, dice. La barba no le ha hecho falta, él tiene la suya: una gran barba blanca, natural, decolorada con agua oxigenada. Un punto a su favor, nada de esas falsificaciones de los chinos que también pican y que igual valen para un melchor que para un personaje de El señor de los anillos. La suya, la de Nicolás, es una barba de verdad, como lo son sus ganas de niños. Todo lo demás es mentira, máscaras y teatro.
Nicolás, que no se llama como dice que se llama ni es quien dice ser, ha pasado todo un año esperando este momento. Un año es mucho tiempo, tanto, pero ha merecido la pena el trabajo. Parecerse a Nicolás, a Santa, a Papá Noel; los niños y niñas subidos en sus rodillas, saltando, riendo y llorando. Él enjugándoles las lágrimas, susurrándoles que no se preocupen, que si se han portado bien les traerá esta noche muchos juguetes. Todos los que quieran. Porque él sabe, dice, quién es bueno y quién es malo. Los malos se reconocen entre ellos, siempre. Ahora, el parque lleno de niños jugando, niños que esperan a que llegue un tipo gordo como él, viejo como él, de barba blanca como la suya, y con unas gafas doradas y sin graduación como las que él tiene. Los padres están distraídos mirando el móvil, contestando mensajes que podían esperar. Nicolás, que no se llama Nicolás, se acerca despacio, mira alrededor eligiendo y dice: Niño, si te portas bien y no dices nada, te llevo a ver mi trineo, donde tengo tus regalos, pero sólo si te portas bien.
© Jesús Ovidio Gómez Montes